¿Cómo se escribe la danza?

Felipe se preguntaba cómo era posible que su hija Marina, quien tenía algunas dificultades para relacionarse con otras personas, temía hablar en público, incluso tan solo a conversar con sus primos en las fiestas familiares, era capaz de transformarse en cada palabra que colocaba a diario en su cuaderno, al escribir en el parque viendo a los chicos que practicaban pasos de un baile que a él poco le llamaba la atención pero que en ella generaba un cambio muy notorio, sus ojos brillaban y parecía transportada a otra escena.

Marina, una niña menuda sentada en una silla de ruedas desde los cinco años a causa de un accidente en la calle, ha visto pasar a tantos niños que van al mismo parque a donde la llevan sus padres cada tarde, excepto cuando llueve, pero ella no deja de soñar con ser bailarina, describe cada paso con colores, con pinceles y con carboncillo. A sus trece años ha madurado en cuanto a su situación, pero la relación con otros es más bien parca, sin embargo, ella baila en su cuarto, cuando le pone un giro a cada letra, las del hip hop, coloca la música y comienza a elaborar canciones que la llevan a lugares inimaginados, y siente que sus piernas se levantan en cada nota, en cada figura de mujeres y hombres, de personas, esas que danzan en el parque y que la saludan con afecto porque casi es de la familia, en tantos años que ha estado visitando sus ensayos. Algunos ya no están, han partido, han cambiado de grupo, se han ido a vivir a otros lugares, pero siguen siendo parte de los dibujos y cuentos que narran las historias que escribe Marina.

Hace dos noches uno de los jóvenes le preguntó si podía ver lo que escribía o dibujaba con tanto recelo y ella no supo que decir, pero al final dejó caer una de las tantas libretas en donde tenía las historietas de los danzarines, sus cabellos y la forma de las manos, incluso la marca de sus ropas de ensayo, les dibujaba por los aires y les hacía una historia para cada regaño, cada logro. Eran personajes de una novela que no acaba, sin saberlo, ella era parte de ese baile nocturno, en donde sus piernas se movían al ritmo de la música, porque la danza era ella misma, la visitaba cada noche y plasmaba sus aventuras en los rincones de la ciudad con todos aquellos que se atrevían a sacar sus miedos, sus locuras y hasta sanar sus demonios, en los pasos que movían sus cuerpos adoloridos, cansados y absortos, ahora salvados, transformados, alados y capaces de hacer figuras que en otros espacios los creen imposibles, allí donde cada quien era el mejor.

Reconocernos danzarines es parte de la vida, porque ella se mete en nuestro ser desde antes de que estemos en el vientre de nuestra madre, es parte de nuestra herencia, leernos en las historias es la mejor forma de hacer un homenaje a quienes a pesar de las dificultades siguen bailando.

Este espacio llamado Arte, danza y letras, es una oportunidad para expresar todo eso que sientes con la danza, a decirnos, a contarnos cómo la danza vive en ti, una lectura semanal para quienes amamos el arte, la danza, la música, la vida e intentamos vivir con ellas, de ellas, para ellas. Tendremos invitados muy especiales, tú puedes ser uno de ellos.

 Adriana Rocha Guillén*
Gestora social y cultural.
Aprendiz de las letras

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